Me miró. Sonreía.
Yo estaba sentada en la escalera de la casa de Petrona.
Ella estaba con alguien: entraba y salía cargando mantas, aguayos.
Me miró otra vez. Cruzó las manos sobre el escalón.
Le sonreí y se puso seria. Me puse seria otra vez.
Sonrió.
Me sentí una cretina, pero saqué la cámara. Me había vencido.
Esperé a que la otra entrara.
No me animé en la primera vuelta.
Esperé a que entrara de nuevo.
Ahí le saqué una foto.
Le estiré la mano y retrocedió.
La otra volvió a salir. Le sonreí a las dos.
La otra me sonrió e hizo un gesto.
Entraron.
Y yo me sentí con la crueldad de la gente de mierda que saca fotos a escondidas en el zoológico, enfocando para que las mulas salgan junto a los nenes.