sábado, 2 de febrero de 2008

Mea culpa

"Ailín, suelo recordar muy bien lo que leo. Hoy al ver que inauguraste blog, no pude menos que recordar el mail que me escribiste cuando te hice un convite al que por entonces tenìa.

El mail, los guardo todos, es del lunes, 13 de noviembre de 2006 03:39:40 p.m. Decias lo siguiente:

¡No! Caer en el blog, escoria de la pseudo-intelectualidad literaria con pretensiones políticas...

Me cago en el blog y los pseudónimos. Yo abandoné la autobiografía y el hedonismo. Ya castigé a los que lo merecieron. Hoy, estoy laburando en mis dos primeros poemas peronistas.

Inevitable, vuelvo y vuelvo a la autobiografía.

Saludos,

Ailín (mapuche, como el santo perfil indio del prócer)"

Leo: gracias por recordarme lo pelotuda y soberbia que me puedo poner, y por rogarme que afloje en el evitismo militante.

Mea culpa, Leo, mea massima culpa.

Ocupación: servicios de justicia

Solución de fondo: centros verdes
El problema: las condiciones de salubridad de los cartoneros.

Pienso en Gaby y su crítica más dura hacia mi discurso. El tilde de facho a Macri es trosko.
La cuestión semiótica me resulta apasionante. Necesito elaborarla y deshacerme de la terminología facilista del socialata.
Gaby tiene razón, pero me sonrío igual pensando en la solución de fondo / final.


Pienso la tríada encadenada: cartoneros - salubridad - seguridad. Ejes de campaña: la justicia social es asistencialismo, el asistencialismo deriva en clientelismo. El clientelismo es el PJ y el neoliberalismo Pro es la redención.
Me sonrío de nuevo: son tan explícitos.

No puedo evitarlo, mi posición política es de adolescente punk: el Gobierno de la Ciudad me tiene podrida, pero más, mucho más, me hartan los porteños.

jueves, 31 de enero de 2008

Iruya



Me miró. Sonreía.

Yo estaba sentada en la escalera de la casa de Petrona.

Ella estaba con alguien: entraba y salía cargando mantas, aguayos.

Me miró otra vez. Cruzó las manos sobre el escalón.

Le sonreí y se puso seria. Me puse seria otra vez.

Sonrió.


Me sentí una cretina, pero saqué la cámara. Me había vencido.

Esperé a que la otra entrara.

No me animé en la primera vuelta.

Esperé a que entrara de nuevo.

Ahí le saqué una foto.

Le estiré la mano y retrocedió.


La otra volvió a salir. Le sonreí a las dos.

La otra me sonrió e hizo un gesto.

Entraron.


Y yo me sentí con la crueldad de la gente de mierda que saca fotos a escondidas en el zoológico, enfocando para que las mulas salgan junto a los nenes.